Friday, April 04, 2008

Nostalgia



¿Eres tú Julia?, ¿O es el viento el que mueve las cortinas?...Ah sí, eres tú, menos mal que has venido. Han pasado cuatro días desde tu anterior visita y me preguntaba si correspondería a la última. Ya, sé que me prometiste que no me dejarías solo, que todavía no, pero no sé Julia, también habíamos acordado morirnos a la vez y te adelantaste. No, no quiero que volvamos a discutirlo, pero reconoce que esta vez has llegado bastante lejos en el afán de capturar mi atención. Sé que me has dicho hasta el cansancio que nadie busca enfermar, y mucho menos morir de cáncer, que es algo involuntario. Aún así estoy convencido que te lo provocaste para castigarme y se te fue de las manos. No soy ególatra Julia, es que aún no me hago a la idea de que me hayas abandonado, perdón, que te hayas marchado. Lo siento, no volveré a sacártelo en cara, me lo has dicho hasta el cansancio, fue así y punto. Entiéndeme tu también, es tarde, estaba casi dormido cuando te he oído llegar y tú sabes que nunca he tenido un buen despertar. Si, si, tienes razón con los años cada vez soy más agrio y egoísta, a ti te es difícil venir hasta aquí, tus visitas son cortas y tengo mucho que contar.

Esta bien, iré al grano. Resulta que el domingo vinieron las chicas, solas, sin niños ni maridos. Únicamente Mariana y Lucía. Al principio creía que era una sorpresa y que cenaríamos los tres, tranquilamente, como cuando eran solteras y hacíamos esas sobremesas tan largas, en las que los cuatro nos reíamos tanto ¿te acuerdas?. Todavía puedo ver cómo a Lucía, cuando se carcajeaba sin control, se le salía la sopa por la nariz. Mariana entonces en su papel de hermana mayor, le decía muy seria que era una asquerosa que así no iba a encontrar novio. En aquellas ocasiones Lucía sacaba su genio y… Está bien, no me alargo, no tenemos tiempo.

Lo que te voy a decir ahora nunca te lo hubieses imaginado, por lo menos a mi me pilló totalmente de sorpresa. Vinieron para pedirme que me vaya a vivir con ellas. Dicen que están preocupadas por mi, que como me alimento de picoteos cada día estoy más delgado, y que como casi no hablo con nadie, me he vuelto más testarudo. Según ellas, por el día estaría más acompañado con los niños, me harían sentirme útil y por la noche cenaría con ellos, así estaría en familia. ¡Cómo que es razonable! ¡¿Cómo qué nunca he soportado la soledad?! ¿qué me estás diciendo de mi necesidad constante de conquista? ¿qué insinúas Julia?, sabes que nunca he permitido que nos entrometamos el uno en los asuntos del otro. Y ahora que ya no estás, menos. Pero vamos ¿qué te has creído?, ¿qué una vez muerta, vas a venir y a sacarme en cara mi moralidad? Vamos que ahora la mártir se ha convertido en Pepito Grillo.

Dejando aparte tus recriminaciones, que ahora no vienen a cuento, porque resulta que el abandonado soy yo, concedamos que mi físico ya no está condiciones para jugar todo el día con los críos, terminaría agotado, no me dejarían en paz. Reconócelo Julia, han maleducado a nuestros nietos, son unos consentidos y caprichosos. Dicen que si no el niño se les trauma. ¿Pero tú has oído un disparate tan gordo? Vamos, que en nuestros tiempos no había traumas, ¿o acaso Lucía y Mariana lo tienen? Una zurra bien merecida no es un trauma y una negativa tampoco lo es. Ahora, los niños desconocen la palabra no.

¿Que con cual de las dos me iría a vivir? No lo sé. Me propusieron algo de un sistema de turnos, unos meses con Lucía y otros con Mariana.¿Te imaginas a mi haciendo y deshaciendo maletas cada dos por tres? Horrible. No te rías, no es gracioso. Sí que sé hacer maletas, recuerda que antes de casarnos Trabajaba en ventas y me tocaba viajar todos los meses.

No Julia, definitivamente no estaría mejor con ellas. Tú me conoces como nadie, después de los casi 56 años juntos. Sabes lo que me gusta esta casa. ¿Recuerdas cuándo la compramos? Fuiste tú la que te encaprichaste, a mi me perecía demasiado amplia. Luego con las niñas se nos quedó pequeña. Si, si, tienes razón, me voy por las ramas. Verdaderamente no puedo irme a vivir con ellas. Hemos acumulado demasiado. No voy a ponerme a regalar ahora todo. ¿Cómo que no sea apegado a las cosas materiales? Claro, a lo mejor a ti ya no te importan, no me extrañaría nada, dada tu situación... Pero no te creo, a mí no me engañas, estás mintiendo, veo que no has perdido la costumbre de sacrificarte por mi. Asómate al jardín. ¿Ves tus hortensias florecidas, las que con tanto esmero cuidabas,? Si yo no estoy, ¿quién lo va hacer por nosotros?

Así que soy un viejo testarudo y gruñón. ¿Y tú? Claro desde que te marchaste ahí te has quedado, ya no envejeces. Pero no te engañes, que tampoco eras una jovenzuela. No, no quiero discutir, pero entiende que este es nuestro hogar. Aquí tuvimos a las niñas, las criamos y las casamos. Y fue en este dormitorio, en esta cama, donde padeciste tu larga enfermedad, la misma que te llevó. Aún recuerdo el último mes, casi no podías hablar, pero aún sonreías y tratabas de acomodarte el pelo cuando llegaba. No Julia, yo aquí me quedo. Hasta que me dejes ir contigo, yo aquí me quedo.

La Despedida



Muy buenas tardes a los dos. Os sorprenderá esta convocatoria, ¿no es así?, no digo por repentina, pues a eso en esta empresa estamos habituados, aunque más correcto sería decir que “yo” estoy acostumbrado, si, si a tus llamados urgentísimos Juan, como por ejemplo para hacer un informe que sabes de antemano que no leerás, o conseguirme un número de teléfono al que no llamarás, ¿cómo les dices tú? Ah si! “tareas motivadoras”, es decir, más conocidas como “putear y hacer perder el tiempo a los demás”. Uy Elena, qué cara pones, cualquiera diría que no conoces el verbo putear, ¡pero si tú lo haces muy bien! Como iba diciendo, lo sorpresivo de esta reunión, es pues quién la convoca, yo, el último de la fila, ¿o me equivoco?. No es necesario que contestéis, hasta ahora la respuesta la sabemos. Noto que me miráis con impaciencia, la curiosidad apremia ¿eh?, en fin, aún así os agradezco vuestra puntualidad. Pero no tengáis tanta prisa, la curiosidad mató al gato dicen por ahí. Esta bien, no dilato más este momento, no quisiera que por mi pospusierais vuestros importantes asuntos, pero tranquilos, que tiempo habrá de sobra para vuestras reuniones “tete tu tete”. En fin, voy al grano, que remedio, pero entenderme, no todos los días tengo esta oportunidad; deciros lo que verdaderamente pienso de vosotros dos. Recibirlo como mi regalo de despedida. Nunca se sabe, algún día quizás os sirva. ¿Sorprendidos?, pues paciencia, que comenzaré desde el principio.

Primero que nada quiero aclarar, que desde mis inicios en este despacho, no ha pasado un solo día durante estos 4 años sin que me haya sentido fuera de lugar. Curioso, si tenemos en cuenta que soy el sobrino del dueño. Es como si mi parentesco, en vez de haberme otorgado derechos me los hubiese quitado.

Al principio, debido a mi juventud e inexperiencia, creí que habían decidido contratarme únicamente por esta razón. Inocente de mi, como si los 5 años de carrera, los tres idiomas, el master y las prácticas no aportasen nada. Pero cómo no pensarlo, si tu Juan, mi jefe y supuestamente mi tutor, es decir el responsable de mi aprendizaje y carrera en esta empresa, lo primero que hiciste fue presentarme al resto del personal con una sonrisa aparentemente benevolente, sin dejar de recalcar que era el sobrino de Don Elías, el enchufado. No digas nada, ya no vale la pena. Así fue siempre. Nunca reconociste mis méritos. Es más aún, cada vez que alguien me pedía algo, por temor a que destacase me excusabas diciendo que ya tenía suficiente con tus encargos, que no me atosigasen. Así me di cuenta que eres un esclavo de tu envidia y tus celos.

Aún recuerdo el primer día que entré a trabajar. Después de presentarme al resto del personal, solamente porque te lo había ordenado mi tío, cómo me aclaraste que te sería indiferente. Primero te enfrascaste en una conversación telefónica, luego te metiste en una reunión, y al fin, cuando pude preguntarte en qué podía ayudar, cansado de mirar las paredes y hacer que leía las revistas de negocio obsoletas de la mesa de recepción, me dijiste “Chaval, tengo que atender asuntos serios. Ahora no puedo perder el tiempo”. ¿Perder el tiempo?, te das cuenta Juan de lo que me dijiste, ¿pero desde cuando que tú has tenido al tiempo?, sin duda siempre has tenido delirios de grandeza.

¿Y cuáles eran tus asuntos serios? ¿Elena?. No a ella nunca la tomaste en serio. Lástima para ti, Elena. Aunque debes haber gozado con su indiferencia. Hasta que te conocí, no sospechaba que existiese alguien que pudiese disfrutar tanto sufriendo. Eres el masoquismo hecho mujer. Por favor, confiésame que tus tres atropellos no fueron un accidente y que realmente te abalanzaste debajo de esos coches. Me acuerdo como nos contabas los pormenores apoyándote en tus muletas con aires de víctima resignada. Por cierto, es en aquellas ocasiones cuando más te levantabas de tu asiento, a por café, a sacar fotocopias, a cualquier cosa. Me acuerdo, porque era cuando más me aburría, me dejabas sin tareas para así poder pasearte en muletas a vista de todos. Fue, gracias a aquellas ocasiones, que empecé a darme cuenta que me habíais relegado a la posición del secretario de la secretaria del secretario personal de mi tío. Brillante maquinación.

Fue por eso quizás, por ese ansia tuya de sufrimiento, que aunque Juan te causase repulsión, que aceptaste quedarte con él después que nos fuésemos todos a casa. Si, si, no me miréis así, ¿o es que acaso Juan, crees que tu inflada barriga, tu papada caída y tu cabeza de billar son muy seductores?, o quizás piensas que tu olor penetrante a axila y aliento a puro hace tambalear a las féminas. No lo niegues ahora Elena, no trates de quedar bien. Todos nos percatamos del asco que te daba y nadie entendía cómo podías dejarte seducir por el viejo más asqueroso de este lugar. Pero yo sí que me di cuenta. ¿Cómo no observarte con todo el tiempo ocioso que me dejabais? Fue por ser la víctima de esta oficina en primer lugar, que permitiste que abusase de ti, ¿no es así? No hace falta que me contestes, lo se con certeza absoluta.

Ay! Elena durante todos estos años, verte la cara de sufrimiento y amargura nada más abrir la puerta, ha sido un suplicio. Pero nada comparado con el que he tenido que soportar por ti Juan. Tu envidia y capacidad de abuso no tienen límites. Sin duda, eres lo más bajo de la raza que he conocido. No sé como lograste la confianza del buenazo de mi tío, tu astucia sin duda te ayudó a ello. Seguramente, si no hubiese sido por su enfermedad se hubiese dado cuenta de tus vilezas. Al menos el pobre viejo murió tranquilo y confiado.

¿Pero sabéis por qué murió tan confiado? Supongo que no seréis tan ingenuos de suponer que se fue a la tumba sin dejar un testamento en toda regla. A falta de hijos, me ha nombrado como su único heredero. Quizás Juan, al fin y al cabo no eres tan listo, te faltó visión de futuro, me tendrías que haber puesto de tu lado, hacerme la pelota, como a mi tío. Ahora, el que manda en este despacho soy yo y como primera medida de mi nueva dirección he decidido renovar al personal. Juan, Elena, estáis despedidos.