Monday, June 18, 2007

Un cuento triste

Fotografía de Bill Brandt

Ayer, mi niña querida, a tus cinco añitos, nuevamente trataste de protegerme. Si, la hija a la madre, ¿no es al revés?
Supiste que tú, al igual que los abuelos y que nosotros tus padres, morirás algún día. Te diste cuenta que algún día te marcharás, quizás sin aviso previo, como el tata Fede, y que a lo mejor me dejas aquí, sola y sin ti.

Ayer, hija mía, después del desayuno, en vez de salir corriendo a jugar, como sueles hacer todos los días, te quedaste pensativa en la silla, con tu ceño sin arrugas fruncido, mirando hacia ninguna parte por la ventana.
Me sorprendió verte así, tan seria. Por un momento me olvidé que tenías 5 años y me pareciste una imagen actual de mi misma. Increíble, ¿verdad?, ¿Todos los padres se reconocerán en sus hijos? Habría que tener más para saberlo.

No te quedaste así por mucho tiempo. No había terminado de desabrocharte el babero, cuando de repente y sin motivo alguno, se te torció la boca hacia abajo y comenzó a temblarte la barbilla. Mi hija contenida, siempre que vas a llorar por emociones, tratas de reprimir tus lágrimas, ¡hasta en tus penas tratas de protegerme!

Sin saber aún que te pasaba, te miré a los ojos con preocupación, te pasé mi mano por tu cabecita enmarañada y ahí fue, con mi contacto, que no pudiste contenerte más y te largaste a llorar.

Nunca te había visto llorar así, tan desconsoladamente. Por unos instantes me desconcertaste, no sabía que te pasaba estaba claro que no te habías hecho daño ni estabas enferma. Pero enseguida acerté con el motivo, lo supe desde adentro con una certeza profunda: tu muerte.

Sin embargo, tus lágrimas no eran de miedo. No, mi hija protectora, tus lloros eran de desamparo. Mi desamparo. Al morir tú, comprendías que me dejarías a mi sin ti, y sabiendo que eres lo que más quiero en este mundo te apenaste profundamente al imaginarte lo triste que me quedaría sin ti.

Claro, todas las noches al arroparte, te digo cuanto te quiero antes de apagarte la luz. Incluso la otra noche cuando me preguntaste si te quería más que a papá te susurré que sí besándote en la frente.

Ay mi niña preciosa! Que impotencia sentí al no poder jurarte que no nos separaríamos jamás. Que nunca nos quedaríamos la una sin la otra. Pero en cambio, no supe que decirte. A lo único que acerté fue abrazarte, refugiarte en mi pecho y dejar que largases tu pena. Así, mientras la protegida abrazaba a su protectora, me quedé fijamente mirando con el ceño fruncido.

(Preguntándome quién organizó todo esto).

1 comment:

Unknown said...

Como madre me siento identificada en ese sentimiento de dolor de que un dia me separaré de mi nena, Pero el que creo yo, que organizó todo esto, tiene preparado para despues de mi muerte un encuento eterno para con todos los que amo.